Con el regreso de los 252 venezolanos que permanecían secuestrados en El Salvador, se escribirá una página de reflexión de cómo se confronta con dignidad humana los ataques al pueblo.
Los migrantes, apenas pisaron territorio patrio, contaron la terrible experiencia de haber estado cuatro meses de aislamiento, tortura, vejación y vulneración de sus derechos.
Uno de los rescatados resumió con una frase emblemática la rutina de violencia recibida por los esbirros, comandados por Bukele, disfrazados de agentes de seguridad de El Salvador: “Golpes en desayuno, almuerzo y cena”.
Este retrato no solo describe la brutalidad diaria, sino también el vacío institucional en ese país y en algunas organizaciones internacionales que permitieron que estas agresiones se perpetuaran en silencio.
Migrantes revelaron que “sin comunicación con sus familias, sin acceso digno a agua ni colchones, la violencia física se cruzó con el desgaste psicológico”, lo que llevó a los afectados a protagonizar huelgas de hambre y sangre que “nunca obtuvieron respuesta”.
Uno de ellos afirmó que sufrió un impacto de bala a un costado del rostro, mientras otro de los tripulantes alegó que muchos fueron víctimas de maltrato psicológico, además de una hidratación sin medidas de salud correspondientes.
Como remate, otro migrante aseguró que el personal de seguridad en el centro penitenciario organizaba un protocolo instantáneo mientras acudían visitas, en especial la Cruz Roja, pero cuando se retiraban, les “decomisaban cualquier insumo o enseres a los reclusos”./ÚltimasNoticias